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Discurso de Marcel Claude en el Teatro Caupolicán

Discurso de Marcel Claude en el Teatro Caupolicán

Discurso de Marcel Claude en el Teatro Caupolicán

Con la esperanza adelante con los recuerdos detrás /Atahualpa Yupanqui

Hemos llegado hasta aquí con nuestro Proyecto Político de 500 años de Historia y con la mirada puesta en la Patria Grande y Justa que soñaran los libertadores de ayer y que sueñan los libertadores de hoy.

En este día –parafraseando al inmortal Silvio Rodriguez, hijo de Martí- yo he preferido hablar de cosas imposibles, porque de lo posible se sabe demasiado.  Hoy quiero hablar de heroísmo, de épica, de movimientos románticos, de proezas que no han sido contadas suficientemente ni superadas en ninguna parte del mundo a lo largo de la historia, como fue la Independencia suramericana.

Hoy quiero hablar de Nuestra América, de mi país, de este Chile que he recorrido como a la comarca de Violeta, desenterrando cántaros de greda y liberando pájaros cautivos, desenterrando cántaros de sueños y esperanzas y liberando pájaros de liberad y de justicia.

Desenterrando el gemir de los últimos humillados, el dolor de los que aún claman justicia y liberando el recuerdo que nos redime, que nos explica y que nos da sentido y razón como a la guitarra y el canto de Víctor Jara que no cantaba por cantar ni por tener buena voz, sino porque su guitarra y su canto tienen sentido y razón.

Nosotros y nosotras los malditos hijos de Malinche, los que tenemos que seguir soportando a los dioses insaciables que gozan con lo robado, a los que hemos entregado la grandeza del pasado, para quedarnos 300 años como esclavos.  Hijos del maleficio de brindar al extranjero nuestra fe, nuestra cultura y nuestro pan y que en pleno siglo XXI, seguimos recibiendo rubios, abriéndoles la casa y llamándoles amigos, hoy queremos con rebeldía, con obstinación e insistencia mirar nuestros 500 años de historia y reconocer allí un pasado lleno de heroísmo y luchas de resistencia, las que hoy levantamos y gritamos de nuevo -en Chile- desde este teatro que lleva el nombre de un guerrero mapuche, Caupolicán, quien fuera sucesor de Lautaro en la resistencia contra los conquistadores españoles que invadieron su tierra.

Nosotras y nosotros somos los descendientes de los esclavos que hicieron la revolución negra que relata María Isabel Grau en su libro: La rebelión de los esclavos en Haití que comenzó en 1791 y terminó en 1804 instalando la primera República independiente de Nuestra América como la llamaba Martí.

Esos esclavos negros con nombres franceses -Toussaint-Louverture y Jean-Jacques Dessalines- fueron los primeros padres de la Gran Patria, ganaron la primera independencia suramericana, allá en ese Haití que hoy es el país más pobre del continente, y desplegaron una política de solidaridad y colaboración con los procesos independentistas de otras regiones de América. Es en esa tierra libertada por esclavos que Francisco de Miranda y Bolívar encontraron apoyo para la independencia venezolana.

Nosotras y nosotros aún oímos el eco de las campanas de esa parroquia, desde donde el cura Hidalgo en un Grito de Dolores llamó a los mexicanos a desconocer la autoridad del rey de España y a la sublevación del pueblo.

Somos los que inspirados en el Manifiesto de Benito Juárez –ese hijo de indígenas zapotecas que llegó a la presidencia de México- decimos junto a él “que el pueblo y el gobierno respeten los derechos de todos pues en el respeto al derecho ajeno descansa la paz”.

Somos aquellos y aquellas que con Villa y Zapata –esos rebeldes que derrotaron al dictador Porfirio Díaz y a su sucesor Victoriano Huerta- volvemos a pedir tierra y libertad y con toda América cabalgamos con ellos a lomo de sus caballos.

Somos aquellos y aquellas que compartimos el sueño de la reunificación centroamericana en una sola Patria Grande de Francisco Morazán, y que muriera en la ruina fusilado tras un juicio sumario después de nunca haber abandonado su objetivo de unificar en una sola bandera a los 5 países de América Central.

Somos los que luchamos junto al general de los hombres libres –Augusto Cesar Sandino- en contra de las invasiones norteamericanas en Nicaragua y que sabía que la verdadera independencia de Nicaragua, sería solo el resultado de su integración espiritual, económica y política en el seno de una confederación de pueblos centroamericanos.

Nosotros y nosotras, hijos de esta tierra larga, sufrimos hoy la herida de esa Colombia de Jorge Eliécer Gaitán, cuyas denuncias le costaron la vida, lo asesinaron por oponerse al país político que solo pensaba en sus empleos y en su poder, mientras el país nacional pensaba en su trabajo, en su salud, y en su cultura, que eran desatendidos por la clase política.

Y con Víctor Haya de la Torre nos duele el otro Chile como a este peruano le dolía también el otro Perú en donde los indios sufrían la esclavitud y soñamos junto a él con el gran país desde el Río Grande hasta la Patagonia.

El proyecto que hoy proclamamos tiene 500 años de historia, es el proyecto de los hijos de Martí que reclamamos el derecho a construir nuestra propia América, sin modelos importados desde el Norte, somos el Sur, siempre el Sur que reafirma su voluntad soberana de darse sus propias instituciones, sus propias universidades y sus propias políticas de desarrollo. Su propia raza y su propia cosmovisión.  Somos ese Sur que admira el amor de nuestros pueblos originarios por la tierra, por el agua, por los montes andinos y con ellos queremos construir una nueva manera de habitar el mundo, bajo el signo del respeto, con el sello de la justicia y con el trabajo liberado.

Los que acá estamos, somos un proyecto unido a la causa de nuestra América Latina.  Nos lo recuerda, con su voz grave y sus guitarras negras, el trovador oriental Alfredo Zitarrosa, en su milonga de la patria grande: “No habrá camino que no recorramos juntos, tratamos el mismo asunto orientales y argentinos, ecuatorianos, fueguinos, venezolanos, cuzqueños, blancos, negros y trigueños, forjados en el trabajo, nacimos de un mismo gajo del árbol de nuestros sueños”.

Nosotras y nosotros, chilenos, nacidos en el último lugar del mundo, acá en esta ciudad acorralada por símbolos de invierno, de un país aislado por los fuertes cordilleranos, el desierto salitrero, el páramo de la Patagonia y el furioso mar pacífico, compartimos con nuestros pueblos hermanos, la trágica y amarga historia del continente, de esta Nuestra América frustrada en malos amores, atrapada en la maldición de Malinche, la que nos ha dejado la colonialidad y el capitalismo como herencia nefasta y oscura, como esclavitud y devastación de la madre tierra.

La colonialidad, concepto acuñado por el peruano Aníbal Quijano, se construye a partir de la conquista de América: “la colonialidad del poder–deberíamos empezar a usar este término y su significado- es uno de los elementos constitutivos del poder capitalista.  Se funda en la imposición de una clasificación de razas como fundamento del poder, estableciendo la superioridad de los conquistadores y la inferioridad de los negros y de los indios suramericanos conquistados y sometidos”.

La Colonialidad del poder nace con la destrucción de las sociedades y culturas aborígenes y la subordinación de éstas a la dominación de los colonizadores; con la creación de una relación de desigualdad entre identidades ‘europeas’ y ‘no-europeas’; con la reducción de las poblaciones colonizadas a ser campesinas e iletradas, impedidas de usar sus propias imágenes y sus propias lenguas; con la obligación de abandonar bajo represión sus prácticas de relación con lo sagrado; se funda en la sumisión a la hegemonía del saber europeo como manera de conocer.

Esta colonialidad del poder fue la clave maestra para que Nuestra América Latina, en el mismo momento y en el mismo movimiento histórico, se entregara sumisa al emergente poder capitalista mundial, en la construcción de lo que Wallerstein llamara un único sistema mundo, cuyos centros hegemónicos se localizaban en Europa.  Nuestra herida abierta desde hace 500 años es que América Latina se inventó para engrandecer el capitalismo mundial, euro centrado, depredador y desigual.

A partir de la evidencia de que el desarrollo capitalista necesitaba de una fuente inagotable de riquezas y ganancias, la depredación de América y los 400 años de esclavitud, constituyeron la fuente nutritiva por excelencia del capital.

Esa es la herida que nos explica, que aún está abierta, porque hoy el capitalismo –bajo la forma de la globalización y el neoliberalismo- viene por más, son insaciables y quieren de nuevo convertir toda forma de vida en oro financiero: los ríos, las montañas, los mares y los bosques australes.  Nuevas devastaciones y nuevas esclavitudes se alzan en el horizonte.  Lo digo hoy con el ánimo entero y como lo cantábamos ayer: “ponga atención, mi compadre, que vienen nuevos negreros” (Inti Illimani, Samba Lando).  Ya están aquí, sabemos sus nombres, son los Matte, son los Luksic, los Angelini, son los Paulmann.  Y son crueles, y son despiadados pues su patria es el dinero, han olvidado eso de ser fundamentalmente seres humanos, y por eso dan terror, su insensibilidad inunda la vida pública de nuestros pueblos.

Es por eso que hoy día alzamos la voz como una sola memoria, ya no hay nadie que replique, somos una misma historia (Inti Illimani, Samba Lando).

Acá estamos los chilenos y chilenas hijos de la Mistral, la que ayer se horrorizaba frente al Estado gendarme y que hoy llegamos a ser por la desgracia de la Constitución de Pinochet, así lo decía con su acento de maestra de escuela: “Ni el escritor ni el artista ni el sabio ni el estudiante pueden cumplir su misión de ensanchar las fronteras del espíritu si sobre ellos pesa la amenaza del Estado gendarme que pretende dirigirlos.  El trabajador intelectual no puede permanecer indiferente a la suerte de los pueblos, al derecho que tienen de expresar sus dudas y sus anhelos.  América en su historia no representa sino la lucha pasada y presente de un mundo que busca en la libertad el triunfo del espíritu.  Nuestro siglo no puede rebajarse de la libertad a la servidumbre.  Se sirve mejor al campesino, al obrero, a la mujer, al estudiante, enseñándoles a ser libres, porque se les respeta su dignidad” (Carta de G Mistral a Benjamín Carrión).

Oh Chile, decimos en monocorde ritmo nerudiano, largo pétalo de mar y vino y nieve, ay cuándo cuándo y cuándo me encontraré contigo. El mundo está naciendo. Pero si llueve en Lota sobre mí cae la lluvia, si en Lonquimay la nieve resbala de las hojas, llega la nieve donde estoy. Crece en mí el trigo oscuro de Cautín.  Yo tengo una araucaria en Villarrica, tengo arena en el Norte Grande, tengo una rosa rubia en la provincia, y el viento que derriba la última ola de Valparaíso me golpea en el pecho con un ruido quebrado como si allí tuviera mi corazón una ventana rota (Neruda, Cuándo Chile Cuándo).

Ay Patria, sin harapos, ay primavera mía, ay cuándo y cuándo despertaré en tus brazos empapado de mar y de rocío (Neruda, Cuándo Chile Cuándo).

Chile, cuna de mis ancestros, me duele tu dolor, me duele verte sometida y humillada, desprovista y depredada.  Me duelen los 15 mil niños maltratados en los campos de concentración del SENAME y me duelen los tantos trabajadores de ese servicio que intentan lo imposible con los pocos recursos que le asigna el Estado, mientras otros reciben por quintales los recursos para hacer sus negocios.  Me duele ver en las calles de mi país a mis hijos, jóvenes estudiantes, vendiendo sus oficios –malabaristas, músicos, bailarines- para pagar sus estudios o ayudar a sus padres, sin derechos y sin protección.  Me duele ver a los profesores de Chile, maestros de los nuevos hombres y mujeres, reventados por la carga de trabajo y los sueldos indecentes; me duelen las escuelas públicas donde nacen los nerudas y las mistrales, rebajadas a cloacas indecentes, a espacios vacíos de todo bienestar; me duelen los pescadores artesanales arriesgando su vida cada vez más allá del horizonte para hacer el pan de cada día; me duelen mis hermanos mapuches encerrados por pedir respeto, dignidad y tierra; me duelen Chile tus hospitales precarios e insuficientes; me duelen los miles y miles de enfermos esperando turnos en colas interminables para acceder a ser atendidos con meses y años de espera; me duelen Chile tus trabajadores haciendo huelgas ilegales, soportando la postura ruin y egoísta de sus empleadores; me duelen Chile tus madres que madrugan día a día para servir a sus hijos primero y luego a sus patrones, en horarios interminables, con salarios de hambre y volviendo a casa agotadas para iniciar otra jornada de trabajo; me duelen los más de 2 millones de discapacitados que se desplazan sin amparo y sin ayuda por las calles del país, que no pueden terminar sus estudios y que les quitan las pensiones cuando encuentran un trabajo; me duelen los jóvenes que aman a sus animales y protestan ante la crueldad con que la sociedad egoísta los usa para producir ganancias, ante las autoridades que no se incumben en el cuidado de estos seres tan sensibles como nosotros.

Me duelen Chile tus montañas fracturadas para extraer tu savia que le da oro, plata y cobre al capital extranjero, mientras acá las carencias son tantas; me duelen Chile tus ríos hirvientes de veneno que arrojan las industrias sin piedad y sin cordura; me duele Chile tu Mar Pacífico despoblado de vida, depredado y convertido en depósitos de muerte, en basural del capitalismo reinante y de la ambición enloquecida de los señores de la guerra; me duelen tus bosques australes talados para dar paso al negocio forestal, al desierto verde de pinos y eucaliptus; me duele Chile tu agua en mano extranjeras; me duelen Chile tus ríos represados para darle energía a los negocios del poder; me duele la mentira y la hipocresía de tus políticos; me duelen los pueblos olvidados de Coronel y Tocopilla, infestados de termoeléctricas; me duelen los valles aplastados por la Barrick Gold y su proyecto Pascualama; me duele Chile entregado a esa empresa del delito que es Monsanto, me duelen y me enferman las semillas transgénicas que tú Monsanto produces para cultivar el poder y dominar la tierra; me duele el valle de Azapa quemando sus olivares para abrir el reino de Monsanto; me duele Hidro-Aysen y sus mentiras para justificar sus nichos de negocios.  Chile, todo en ti hoy es un dolor diseminado por el territorio ¿Dónde están los verdugos que te convirtieron en zona de castigo? ¿Dónde están los que te vendieron y crucificaron? ¿Dónde los valientes que te salvarán? ¿Dónde los hombres y mujeres de amor que te redimirán y te harán de nuevo una tierra prometida?

Hemos venido acá, en esta tarde de septiembre, en la primavera meridional que nos enclava en el Sur del mundo, a tomar un compromiso, a jurar solemnemente sobre este suelo sagrado, cubierto de muertos con dignidad, que vamos a buscar con ahínco y voluntad, los depósitos donde los dioses guardan sus tesoros de amor y de esperanza, para liberar la patria, para levantar el vuelo, para marchar de nuevo por los caminos de la justicia, de la verdad y de la libertad.

Vamos a tomar tu cuerpo herido de patria lacerada y con la delicadeza de un amante te vamos a cuidar, te vamos a restaurar, para que vuelvan los niños a reír viendo reír a sus padres, y los jóvenes vuelvan a cantar y a enamorarse pero con la fe puesta en el mañana y no con el corazón acongojado por el inhóspito futuro; para que los viejos puedan contemplar su historia y vean su descendencia con sosiego en el corazón y no sean despojos olvidados por una sociedad ciega y sorda ante el dolor humano, degenerada por la razón depredadora del capitalismo.

Lo hemos dicho muchas veces, suena soberbio, pero hablamos con la verdad, esto no es una candidatura más, es un proyecto político que tiene por tarea la refundación de Chile, esta candidatura no es comercial, no se hace con publicidad, no se encuentra en los supermercados.  Está hecha de amor y de esperanza, de sueños y utopías, de largas luchas, de viejas y renovadas tareas.

El Navegante de Gati ya lo anunciaba en tiempos de dictadura: “Y si al cielo lo cambiaras, por toda esta realidad, sé que todo sería tan diferente, ya que la fe que tu haz puesto, no se juega no se transa, ni por un solo momento, es fogata que corre en tus venas, es quizás tiempo gastado, es un sol que llevas dentro, primero y sin segundo,es el amanecer de tu alma”.

Vamos a refundar Chile porque esto que tenemos hoy, ya no es el Chile de nuestros amores, no es el Chile de Vicente Huidobro cuando en el puerto, los mástiles estaban llenos de nidos, y el viento gemía entre las alas de los pájaros” (V Huidobro, Noche).  Ni es el Chile de Pablo de Rocka en el que el amor era más eterno que la muerte, y podíamos decirle a la mujer amada: “Adentro de un arco de llanto que ningún ser humano ya jamás mirará, yo borrado, acuchillado con la lengua quemada por el ancestro del mundo y el grito inútil como adentro del pellejo universal, te seguiré llamando”.

Este nuestro Chile que nos duele es el engendro de muertes, torturas y desapariciones. Las bases morales de nuestra patria, hoy, son la impunidad de los poderosos. El golpe de Estado no se hizo para matar y torturar.  Fue necesaria la tortura y la muerte para construir el Chile de las AFP que producen ejércitos de pobres; fue necesaria la desaparición forzada de personas para hacer de la salud y de la educación un negocio lucrativo y degenerado; fue necesario el exilio para traer de vuelta al capital extranjero que usurpa el cobre, el oro, la plata y el agua. Toda esa brutalidad fue el fundamento de este Chile con una Constitución déspota y autoritaria.

Este proyecto político que hemos empezado a construir se ha propuesto grandes tareas:

Recuperar los recursos naturales –cobre, litio, oro, bosques, agua y suelos- para garantizar los derechos fundamentales a la educación, a la salud, a las pensiones dignas sin AFP y a la vivienda.  Vamos a recuperar el cobre para Chile, para la felicidad de nuestros pueblos, para restaurar la alegría que tanto nos falta en este suelo de opresión.

Vamos a terminar con el endeudamiento y lo que hoy son servicios mañana serán derechos, lo que es una sociedad lucrativa, mañana será un sociedad de derechos.  No más capitalismo en la salud ni en la educación, no más capitalismo en las pensiones, vamos a terminar para siempre con esos mataderos que son las AFP y vamos a restaurar la solidaridad con nuestros abuelos; vamos a restituir la dignidad del trabajo, la centralidad del trabajo, la importancia del trabajo, de los salarios dignos y del respeto a la clase trabajadora, porque es ella quien produce la riqueza; vamos a construir casas dignas para la vivienda (70 mil casas sociales por año); vamos a restituir la dignidad de los pueblos originarios, vamos a poner en libertad inmediata a los presos políticos mapuches procesados por ley antiterrorista; vamos a derogar esa nueva ley maldita, vamos a terminar inmediatamente con la ocupación militar del Wallmapu, de la Araucanía; vamos a construir hospitales y escuelas; vamos a terminar con la humillación del Transantiago y crearemos una empresa pública responsable de ese servicio; vamos a hacer las cosas bien, porque hoy se gobierna para los poderosos y no para los desheredados.  No más mi patria hecha girones por el lucro y la acumulación capitalista.  Chile, te quiero libre, te quiero justo, te quiero amable, quiero oír la risa de tus niños sin temor por su mañana.

Traeremos de vuelta la justicia y volverá el trabajo digno para empleados públicos y privados: fin a la subcontratación, derogaremos el Código Laboral de Pinochet y la ConcertAlianza, restituiremos el derecho a huelga, la negociación colectiva y la sindicalización con trabajadores que tengan realmente poder negociador.

Pero por sobre todo vamos a recuperar los derechos políticos.  Pondremos fin a siglos de dominio autoritario y construiremos la verdadera democracia, vamos a ponerle fin a esa Constitución oprobiosa de 1980, hija del maridaje inmundo entre Ricardo Lagos y Augusto Pinochet. Una Asamblea Constituyente, constituida por delegados de pueblos originarios, campesinos, trabajadores, empleados públicos, pescadores artesanales, mujeres, estudiantes secundarios y universitarios, discapacitados, diversidad sexual, académicos y profesores, serán los encargados de crear la nueva Constitución y un nuevo orden que consagre el principio de la voluntad general y el derecho de los pueblos a autogobernarse, en donde la democracia sea participativa y no representativa, donde los chilenos que viven en las provincias tengan autonomía política y económica.

La tarea es ardua, serán tiempos de fatiga y extenuación, pero también serán tiempos más felices, serán tiempos para desplegar la imaginación, tiempos de construcción, tiempos donde la creatividad no tenga límites, donde lo imposible no tiene cabida, porque en la Nuestra América de García Márquez, el realismo mágico hace posible gestas épicas, actos heroicos, tareas titánicas, proezas desbordantes y amores imposibles.  No son tiempos para amores cobardes, porque sabemos que “la cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes.  Los amores cobardes no llegana amores, ni a historias, se quedan allí. Ni el recuerdo los puede salvar ni el mejor orador conjugar”.  Y nosotros somos amantes y no simples mortales.

Así pues todos los que acá estamos tenemos una grande tarea, debemos salir a difundir el proyecto, conseguir adherentes, convencer a los indecisos.  Jóvenes de mi país, hablen con sus padres, hablen con sus amigos, con sus abuelos, con sus vecinos, hagamos de esto una oportunidad para romper el hielo de las separaciones que tan solos nos dejan.  Una gota y otra gota hacen tormenta.  Que cada uno de nosotros consiga 10 más y así entraremos en la segunda vuelta.  Porque si ello ocurre, nada ni nadie podrá impedir esta avalancha de esperanza y de sueños que entrará en La Moneda.

A los comandos del movimiento les llamamos a seguir organizándose, a movilizarse en torno a este proyecto y las candidaturas a lo largo de todo Chile.

Llamamos a todos a sumarse en cada rincón de Chile a la Gran Gira Nacional que se inicia el día de mañana.  A recorrer Chile con nosotros, ustedes son la campaña.  Ustedes son la causa y razón de este movimiento.

Desde acá queremos agradecer a todos y todas quienes a través de su apoyo y participación han entendido que esta candidatura somos todos y todas, que crece día a día al igual que la esperanza de la gente que sueña con un Chile feliz. No seré sólo yo quién entrará en La Moneda, somos todas y todos.  Nuestro proyecto político es distinto porque nace de una lucha de 500 años por la libertad y la justicia, respiramos un aire distinto, sentimos una convicción política real y participativa. Somos los que no se conforman con poco. Somos los que queremos un Chile distinto. Somos los que con orgullo y honor hacemos este movimiento.

Y llegará el día en que junto a Pablo Neruda le cantaremos a Chile una canción de amor:

“Ay cuándo, Patria, te casarás conmigo; con ojos verdemar y vestido de nieve; y tendremos millones de hijos nuevos que entregarán la tierra a los hambrientos” (Pablo Neruda, Cuando Chile).

Nos asiste la fuerza, el coraje, la valentía y la determinación.  La historia es nuestra y la escribiremos con la potencia de la razón y la vitalidad de nuestros corazones.

 

Arriba los que luchan / Que vivan los que luchan.

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One thought on “Discurso de Marcel Claude en el Teatro Caupolicán
  1. jose dice:

    Me sumo a la participación de esta decidida ansia de mejor convivencia y trabajo para todos los chilenos

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